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Mostrando entradas de junio, 2013

El filósofo-genio, imaginación y barro

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Cuando vemos o utilizamos el término “genio” casi inmediatamente nos remitimos, como por arte de magia, fruto de innumerables adiestramientos inconscientes a partir de reproducciones acríticas de significaciones heredadas a lo largo de nuestro andar constitutivo, a concebir dicha palabra como un adjetivo que califica a dos tipos de seres. Por un lado, y en primer lugar, a aquella persona con características notables en diversos campos, en otras palabras, al sujeto que resalta por su inteligencia y su capacidad o cantidad de conocimientos que demuestra poseer. Por otro lado, a la figura mítica que sale de una lámpara de aceite cuando esta es frotada y que tiene la obligación ineludible de conceder tres deseos al dueño de dicho artefacto en el cual se encontraba atrapado.  Pues bien, cuando mencionamos la palabra “genio” unida a la palabra “filósofo” estamos queriendo significar algo del filósofo, pero nada en relación a los sentidos mencionados anteriormente. Que el filósofo s